La convivencia escolar es uno de los pilares fundamentales para la formación integral de los estudiantes. En este propósito, la Ley 1620 de 2013 estableció el Sistema Nacional de Convivencia Escolar, que busca garantizar el derecho de niños, niñas y adolescentes a recibir una educación en ambientes pacíficos, respetuosos y libres de toda forma de violencia.
En el marco de esta normativa, los colegios cuentan con los Comités de Convivencia Escolar y los equipos de estudio convivencial, instancias que trabajan de manera articulada para la prevención, el acompañamiento y la resolución de conflictos. Su labor no se limita a sancionar conductas, sino a generar espacios de diálogo, reflexión y construcción colectiva, donde cada situación se convierte en una oportunidad de aprendizaje.
El papel de los comités y equipos convivenciales
Los Comités de Convivencia tienen la misión de orientar y proponer acciones que fortalezcan el clima escolar. Allí participan directivos, docentes, orientadores y representantes de la comunidad educativa, quienes buscan comprender las realidades que viven los estudiantes y promover acuerdos que favorezcan la armonía.
Los equipos de estudio convivencial, por su parte, analizan los casos con mayor detalle y diseñan estrategias de intervención pedagógica, siempre con un enfoque formativo y preventivo. En estas instancias, se busca que cada decisión responda al principio de protección de los derechos de los estudiantes y al fortalecimiento de la comunidad escolar.
Justicia restaurativa: educar desde la reparación
En coherencia con la Ley 1620, los procesos convivenciales en los colegios se fundamentan en la justicia restaurativa, que propone pasar de la sanción al diálogo, de la imposición al acuerdo, de la culpa a la reparación. Esto significa que los conflictos se abordan no solo para corregir, sino para restaurar relaciones, reconocer responsabilidades y fomentar la reconciliación.
En este sentido, la labor de los equipos de coordinación, docentes y orientadores es vital. Ellos guían los procesos con sensibilidad, promoviendo que los estudiantes asuman sus responsabilidades, comprendan las consecuencias de sus acciones y participen activamente en la búsqueda de soluciones. Así, la escuela se convierte en un espacio donde el error no es un punto final, sino una oportunidad para aprender y crecer.
La escuela como comunidad de paz
El trabajo convivencial en los colegios no es solo una exigencia legal, sino una apuesta ética y pedagógica. Cada comité, cada reunión y cada proceso de mediación reafirma el compromiso de formar ciudadanos capaces de dialogar, respetar y construir paz en sus entornos.
Gracias a la entrega de los coordinadores, docentes y orientadores, la convivencia escolar se transforma en un proyecto colectivo donde todos tienen voz y responsabilidad. La justicia restaurativa se convierte entonces en una herramienta para la vida: enseña a reparar, a perdonar y a valorar la importancia de vivir en comunidad.